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jueves, 4 de abril de 2013

ESPECTROGRAFÍA ESTELAR I

Cuando por primera vez oí hablar de la espectrografía como aquella especialidad que en distintos campos de la física se preocupaba de analizar la luz de diferentes fuentes de emisión, recuerdo que me dio la impresión de una labor tediosa y aburrida a la que jamás de los jamases se me ocurriría acercarme.
 
Hoy, debo decir que me apasiona la espectrografía, como especialidad astrofísica. El estudio de la luz que emite una estrella u  otro objeto estelar no se limita al análisis pormenorizado de distintas gráficas y relaciones de distintos parámetros.
 
Cuando te acercas a un objeto estelar, con la sana intención de descubrir que es y como llegó allí, te topas con la enorme dificultad de que la información que puedes descubrir se encuentra a decenas, cientos, miles ó millones de años luz en la mayoría de los casos. Sin embargo, una vez un objeto ha llamado tu atención, un cometa, una estrella, un cúmulo estelar, una nebulosa o una galaxia, y avanzas en el estudio del mismo, a través de la espectrografía, parece que se abre una ventana en dicho objeto que te permite observar toda la información que en realidad se encuentra tan distante en el espacio y en el tiempo. 
 
Mirfak - Alfa Persei
 
 
 
La luz de la estrella, que como en el caso de Mirfak, ha viajado por el espacio y el tiempo durante cerca de 600 años, entra por la boca de nuestro telescopio y se posa en nuestra retina ó en el chip de una cámara fotográfica que la intentará inmortalizar. Sin embargo, esa luz que a simple vista podemos notar semejante a la luz de millones de estrellas semejantes a la nuestra, es portadora de todos los secretos, aun de los más escondidos y sorprendentes, que podamos imaginar. A través del espectro, de la descomposición de la luz de la estrella en su amplio campo de longitudes de onda, observamos y contemplamos como el su propio genoma estelar, y podremos ir descubriendo desde su edad, distancia, velocidad, composición, perturbación, procedencia, temperatura, brillo y color real, y los distintos sucesos desde su nacimiento hasta la predicción de lo futurible que le pueda haber sucedido a lo largo de su galáctica vida.
 
 
El espectro visible de la estrella, la descomposición de su luz, blanca o coloreada, en la gama multicolor del arco iris nos proporcionara una información valiosísima a través de las huellas que a modo de genes han dejado los distintos elementos químicos que la componen, absorbiendo parte de esta luz o contribuyendo a una mayor emisión de la misma; lo mismo ocurrirá en la parte no visible de la luz, mas allá de rojo o del violeta.
 
Pero nosotros, los astrónomos aficionados, nos interesamos en sobremanera por lo visible. El espacio, el universo, e incluso Dios mismo, deseamos que nos entre por los ojos. Hemos sido atraídos a esta actividad por lo visual, por lo contemplativo. En la mayoría de los casos nos han impresionados algunas imágenes de un cielo nocturno espectacular, o una luna hermosísima, o aquellas imágenes tan impresionantes que nos presentan hoy en día la tecnología espacial y astronómica. De esta forma, el lógico que de interesarnos por el genoma de una estrella, nos interesemos por su parte visible.